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3 Verdades del Salmo 121 Para Mamás Con Depresión Posparto

Después de nueve meses de espera, di a luz a mi precioso hijo Israel. Al entrar en esta nueva etapa de la vida, esperaba estar llena de alegría. Él fue una respuesta a muchas oraciones. Sin embargo, en las semanas que siguieron, comencé a experimentar diferentes emociones. Me encontré en casa con un pequeño ser humano que dependía completamente de mí. De repente una tristeza inexplicable y persistente invadió mi mente y mi corazón. Era como un velo oscuro que no me permitía ver la belleza del regalo de la maternidad. Mi gozo se había ido y no entendía por qué. 

Fue así como llegó el día en que tuve que admitir que estaba deprimida. Me negaba a admitir esta realidad por el estigma que muchas mujeres tienen acerca de la depresión en Latino América. Inclusive en el ámbito cristiano.  Como creyente por muchos años y como consejera bíblica certificada, sabía la verdad. Sabía que Dios es soberano y bueno.

Sin embargo, no podía deshacerme de todas emociones que sentía. Me hacia la misma pregunta todas las mañanas mientras trataba de alimentar a mi recién nacido a las 3:00 am: “¿Qué me pasa? ¿Dónde está mi fe y mi fortaleza? ¿Qué estoy haciendo mal?” No sabía cómo responder a todas estas preguntas. Acababa de traer a casa un regalo de Dios. Sin embargo, en lugar de la alegría que pensé que habría en mi corazón, había miedo y ansiedad.

El miedo y la ansiedad dieron paso al pánico. Cada vez que escuchaba el fuerte ruido de los llantos de mi hijo, escuchaba una voz acusatoria dentro de mi cabeza. Esta voz me decía lo mala que era como madre (a pesar de que solo tenía una semana de experiencia). Según mis propios estándares, una buena madre sabe por qué llora su hijo. Ella sabría cómo calmarlo. Pero esa no era yo. Me sentí tan inútil. Lo alimentaba, le sacaba los gases, le cambiaba el pañal, intentaba que se durmiera y NADA lo calmaba.

Me sentí desesperada e impotente. Además de esta rutina nocturna, todavía me seguía recuperando de una cesárea de emergencia dolorosa y traumática. Y así, otro pensamiento acusatorio entró en mi mente: si ni siquiera puedo cuidar de mí misma, ¿Cómo puedo cuidar a un bebé? La temporada que una vez anticipé ahora era la temporada que más temía. Esta no era el tipo de maternidad que había imaginado. Sinceramente, quería correr, pero no tenía a dónde escapar. Envuelta en mis pensamientos y preguntas, las 5:00 am llegaba rápidamente solo para comenzar el ciclo nuevamente. 

Cuando ya no pude ocultar mis lágrimas, le confesé a mi esposo mis luchas. Temía que el me juzgara y confirmara las acusaciones que escuchaba en mi cabeza. En lugar de recibir el juicio que temía, mi esposo oro conmigo y me animó a meditar en la verdad de Dios que se encuentra en el Salmo 121.

Mientras meditaba en el Salmo, tres verdades rompieron las mentiras que estaba creyendo y trajeron esperanza a mi alma cansada. Cuanto más reflexionaba sobre el pasaje, más reconocía cómo las verdades acerca de Dios en este Salmo son las mismas verdades que las madres con depresión posparto necesitan escuchar. 

Verdad #1: Mi Ayuda Viene del Señor. 

Alzare mis ojos a los montes, ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. (vv. 1-2)

A veces, las verdades más básicas son las que solemos olvidar con mayor facilidad. La verdad que olvidé cuando traje a mi hijo a casa fue que el Señor es mi ayudador. Al querer sobresalir como madre, traté de nadar contra la corriente de mi propia dependencia. Inconscientemente quise mostrarles a las mamás experimentadas que sabía lo que estaba haciendo a pesar de ser mamá primeriza. No pasó mucho tiempo antes de que la ilusión de la autosuficiencia me hundiera mientras me ahogaba en la desesperación.

De repente me encontré unida a los gritos de agonía de mi hijo. Mis lágrimas se desbordaron aún más cuando mi hijo se negaba a mamar de mis pechos, haciéndome sentir como un fracaso. No podía amamantar a mi hijo como lo haría una madre “normal”. Me sentía rechazada. Estaba desesperada pero no estaba dispuesta a clamar al Señor por ayuda.

Yo no solo era olvidadiza pero también orgullosa. Necesitaba ayuda, pero la quería a mi manera y en mi tiempo. Tal vez puedas relacionarte. Hermana, Dios es nuestro ayudador. Él te creó a ti, a mí y a nuestros hijos. Él sabe lo que necesitamos en cada circunstancia. Él nos da la cantidad de gracia necesaria para amar y nutrir a nuestros hijos. Él nos da suficiente para cada día, para que aprendamos a depender de Él como nuestros hijos dependen de nosotros. El quiere que le pidamos ayuda a Él y en humildad aceptar la ayuda de otros.

Verdad #2: El Señor No Necesita Dormir Como Yo. 

No dará tu pie al resbaladero, no se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. (vv. 3-4) 

Dormir, ¿Qué es eso? Dormir 8 horas se convirtió en un sueño. Estaba cansada. Estaba enojada. Me sentí atrapada. Una vez más, me había convencido de que se suponía que debía actuar y funcionar sin descanso. ¿Por qué? Porque temía parecer débil ante la gente. En Latino América, la mujer hispana es considerada “mujer verdadera” cuando ella logra pasar por dificultades sin soltar una lagrima. Ella no tiene tiempo de llorar ni de lamentarse. Ella opera sin dormir o descansar porque de lo contrario es considerada “holgazana o haragana”. Yo no podía adquirir tal título. Tenía tantas amigas de la iglesia que se ofrecían a cuidar a mi hijo para que yo pudiera dormir. Me sentí ofendida. No podía permitir eso. Necesitaba ser yo quien cuidara a mi hijo. De lo contrario, me sentía como una madre terrible. 

Mamás, esto es mentira. Mujer verdadera es aquella que no confía en sus propias fuerzas o sabiduría, pero en Dios esta su confianza (Proverbios 3:5-8, Salmo 20:6-7). Es normal sentirse débil en esta etapa de la maternidad. En nuestra debilidad, podemos volvernos al Señor que nos da descanso.

En Mateo 11:28, Jesús nos invita a los que estamos trabajados y cargados a venir a Él para descansar. ¿A qué tipo de descanso se refiere? Se refiere no únicamente al descanso físico, pero también espiritual. Es la clase de descanso que nos da la seguridad de que le pertenecemos a Él. No necesitamos probarle nada a nadie. La debilidad solo confirma que somos humanas. Podemos venir al Señor en nuestra debilidad y descansar en su fortaleza (2 Corintios 12:9).  

El Salmo 121 describe al Señor como el único que no necesita dormir ni adormecerse como nosotras. Dios es el único que puede llevarnos en este camino de la maternidad 100% alerta. El Señor nos da descanso de todo nuestro miedo, ansiedad, desesperanza e impotencia a través de Jesús. Él tomó nuestras preocupaciones sobre sí mismo y las llevó en la cruz. Estamos invitadas a acostarnos y descansar con nuestra confianza en el Señor y Su cuidado como lo hizo David en el Salmo 4:8, “En paz me acostaré y así mismo dormiré; porque solo tú, oh Jehová, me haces vivir confiado”. 

Verdad #3: El Señor es mi guardador. 

El Señor es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu diestra. El sol no te fatigara de día, ni la luna de noche. El Señor te guardará de todo mal; él guardará tu alma. El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre (vv. 5-8)

Nunca olvidaré la primera vez que sostuve a mi bebé en mis brazos. Fue amor a primera vista. Lo sostuve con cuidado y ternura. Era tan frágil. Tan vulnerable. Necesitaba de mucho cuidado y atención. Él no podría sobrevivir solo. Necesitaba que otros lo cuidaran para preservar su vida.

Hermanas, nuestras vidas son descritas de la misma manera. Nosotras tampoco podemos sobrevivir sin ayuda. Nosotras necesitamos que el Señor nos sostenga en cada segundo. Dios nos ve a nosotras de la misma manera en la que vemos a nuestros preciosos hijos. De la misma manera que queremos proteger y proveer para nuestros hijos, nuestro Padre Celestial también lo hace por nosotras. La diferencia está en que Él SI puede hacerlo completamente sin debilidad o la carencia que tú y yo experimentamos. Él es el todopoderoso. Él es digno de confianza. Él es nuestro guardián y sustentador. Estamos a salvo y seguras porque Él es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijas.

Hermanas, oro para que estas verdades nos mantengan ancladas cuando seamos arrastradas por los vientos de la desesperación. En los momentos en que nos sentimos deprimidas, miremos hacia el Señor, recordando que Él es nuestro ayudador, Él no duerme y Él es nuestro guardador. A medida que estas tres verdades iluminen nuestro camino, podremos atravesar la temporada oscura de la depresión posparto.

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