
A lo largo del libro de 1 Pedro, hemos observado cómo es que los cristianos sufren por su fe. Hemos visto que debemos seguir el ejemplo de Cristo (2:18–25). Se nos ha dicho que cuando respondemos bíblicamente al sufrimiento por causa de la justicia, bendecimos y somos bendecidos. Hemos sido llamados a sufrir para poder participar en los padecimientos de Cristo y a sufrir conforme a la voluntad de Dios. Sin embargo, si nos limitamos únicamente a esta comprensión, tenemos una visión insuficiente. ¿Por qué? Porque en nuestro sufrimiento como cristianos, en última instancia, no sufrimos solos. Así como la vida cristiana no es una vida solitaria, nuestro sufrimiento tampoco es un camino que recorremos por nuestra cuenta. Dios nos ha dado la iglesia, la congregación de Su pueblo, para edificarnos unos a otros y para ser un testimonio colectivo, especialmente en tiempos de sufrimiento. Esta comprensión y aplicación de la iglesia en tiempos de sufrimiento debe comenzar con el liderazgo. Por lo tanto, el apóstol Pedro empieza allí.
Pedro dirige su exhortación a estos hombres a quienes Dios ha llamado para liderar, enseñar y supervisar la iglesia. Dice que estos ancianos son “testigos de los padecimientos de Cristo, y también participantes de la gloria que ha de ser revelada” (5:1). Estos ancianos conocen los sufrimientos que Cristo padeció y ahora, como resultado, pueden participar de la gloria que Cristo posee al sufrir por la fe. Pero, en medio del sufrimiento, ¿qué deben hacer estos ancianos? Estos pastores deben vivir su llamado y “pastorear el rebaño de Dios que está entre vosotros” (5:2).
En medio del sufrimiento, Dios manda a los líderes de la iglesia a pastorear. Los pastores no solo predican. Ciertamente hacen eso, alimentando a las ovejas del rebaño de Dios. Sin embargo, el papel del pastor incluye tanto alimentar como vigilar y cuidar. El pastor es quien alimenta al pueblo con la Palabra de Dios y quien vela por sus almas, observándolas y cuidándolas lo suficiente como para confrontar el pecado y consolar en medio de las dificultades. Esto es a lo que Dios ha llamado a aquellos que están en liderazgo en Su iglesia.
Dios también ha dirigido en Su Palabra la manera en que estos hombres deben ejercer su pastoreo. Deben pastorear el rebaño de Dios con humildad y honestidad. No lo hacen por obligación, sino voluntariamente. No sirven de esta manera por ganancia deshonesta y vergonzosa, sino con ánimo pronto, en respuesta a la obra de Dios en sus vidas. No se enseñorean de la congregación, actuando como dictadores o como autoridad absoluta. Más bien, los pastores de la iglesia de Dios deben ser ejemplos para el rebaño, para sus congregaciones.
En medio del sufrimiento, los pastores, en su liderazgo, deben reflejar humildad y honestidad. Viven de esta manera porque reconocen que no son la autoridad suprema. Quien lo es, es Aquel que viene otra vez. Por eso Pedro continúa diciendo: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona incorruptible de gloria” (5:4). Los ancianos y pastores no son más que mayordomos al velar por sus congregaciones. Hay un solo Pastor principal, y ese es Jesucristo. Si el liderazgo humano de la iglesia es fiel a la tarea que se le ha encomendado y al pueblo que se le ha confiado, entonces recibirá su recompensa cuando el Pastor principal regrese para reunir a todo Su pueblo.
Hasta entonces, que los líderes de la iglesia, particularmente los ancianos, sean fieles en pastorear al pueblo de Dios en sus congregaciones con humildad y honestidad, y que los miembros de la iglesia mantengan a sus líderes en oración por esta responsabilidad de pastorear en medio del sufrimiento.
Preguntas para reflexión:
- ¿Por qué es importante recordar, como cristianos, que vivimos y sufrimos como el cuerpo de Cristo y no meramente como individuos?
- Para los ancianos en la iglesia, ¿cómo pueden ser más intencionales al liderar y servir con humildad y honestidad? Para los miembros de la iglesia, ¿cómo pueden orar por su pastor mientras él pastorea al pueblo que Dios le ha confiado para supervisar?

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