
¿Cómo debemos vivir a la luz del regreso de Jesús? En 1 Pedro 1:22–2:3, Pedro no pierde tiempo en adentrarse directamente en la respuesta. En el versículo 22, el apóstol les recuerda a los creyentes que “se amen unos a otros entrañablemente, de corazón puro”, una exhortación al amor fraternal hacia los demás cristianos. El amor fraternal es un vínculo familiar que va más allá de la sangre. Siendo un desafío diario, nosotros como cristianos debemos mostrar el amor de Cristo los unos a los otros para mostrarle al mundo perdido que nos rodea lo que el verdadero amor realmente es.
Debido a que nuestro Salvador regresará pronto en gloria, debemos esforzarnos por honrarlo con todo lo que decimos y hacemos. Un buen punto de partida es buscar satisfacer las necesidades de otros creyentes. Tal vez haya un hermano o hermana que enfrenta un diagnóstico de cáncer, o que está abrumado por la ansiedad y la depresión, o una madre soltera que lucha por salir adelante. Tal vez tu pastor necesite una palabra de ánimo. Permite que el Espíritu Santo te guíe hacia oportunidades para mostrar compasión.
Además, nuestro modelo para el amor cristiano es el amor sacrificial de Cristo. Nuestro Señor vino voluntariamente para ser asesinado en una cruz ensangrentada y así pagar la inmensa deuda del pecado que nos separaba de Dios. Como escribió Pablo en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” ¡Qué amor tan grande! Este amor semejante al de Cristo debemos manifestarlo tanto hacia los creyentes como hacia los perdidos, abriendo corazones al evangelio.
Luego, Pedro escribe en el versículo 23 que, porque hemos sido “nacidos de nuevo” por medio de la “palabra de Dios que vive y permanece”, debemos amar bien a los demás. Nuestra salvación debe producir un afecto hacia los hermanos que crece con el tiempo. La palabra del Señor “permanece para siempre” y perdura, a diferencia de la carne humana que se marchita y muere como la hierba (v. 24–25). Este pasaje habla del poder de la Palabra de Dios, la cual produce en nosotros un deseo de santidad. Además, esta palabra es “el evangelio que os ha sido anunciado.” El mensaje del evangelio nos lleva a la fe en Cristo, y la Palabra de Dios nutre esa fe hasta llegar a una madurez semejante a la de Cristo.
Al pasar al capítulo 2, Pedro continúa con su exhortación práctica a los creyentes. A medida que vivimos nuestra fe, debemos desechar la ira unos contra otros, la mentira, la doble vida, la envidia y las palabras que difaman a los hermanos (v. 1). Tales acciones invalidan nuestro testimonio cristiano y ofrecen un mal ejemplo a los perdidos. Hermanos y hermanas, debemos esforzarnos por acercarnos más a Jesús cada día, leer la Palabra de Dios y orar para que podamos amar bien a los demás.
Además, debemos anhelar la “leche espiritual no adulterada” de la Palabra, así como un bebé recién nacido ansía la leche de su madre. Solo así podremos “crecer para salvación”. Cuando Jesús regrese, seremos glorificados con Él y recibiremos la plenitud de nuestra salvación. La obra redentora de Cristo en la cruz, su resurrección y su regreso son la base de nuestra salvación. Y cuando Él regrese en gloriosa majestad, nuestra fe se convertirá en vista. En verdad, como dice el versículo 3, si hemos “gustado que el Señor es bueno”, desearemos crecer en nuestra fe, amar a nuestros hermanos y hermanas, y compartir el evangelio con los perdidos.
Preguntas para reflexión:
• ¿Deseas crecer en tu fe y anhelar la “leche espiritual no adulterada” de la Palabra de Dios?
• ¿A quién puedes mostrarle el amor de Cristo dentro de tu comunidad de fe?

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